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La leishmaniosis es una enfermedad parasitaria grave que afecta a los perros y es causada por un protozoo del género Leishmania, transmitido por la picadura de insectos flebótomos (mosquitos de arena). Esta enfermedad puede ser sistémica y afectar varios órganos, principalmente la piel, el hígado, los riñones y el sistema inmune, y es endémica en áreas cálidas, especialmente en el sur de Europa, América Latina, Asia y África.

Formas clínicas:
Existen dos formas principales de leishmaniosis canina:

Forma cutánea: Se caracteriza por lesiones en la piel, como úlceras, pérdida de pelo, engrosamiento de la piel y descamación, especialmente alrededor de los ojos, nariz y orejas.
Forma visceral: Es la más grave, ya que afecta órganos internos como el hígado, los riñones y el bazo. Los síntomas pueden incluir pérdida de peso, letargia, fiebre, inflamación de los ganglios linfáticos y falla renal.
Síntomas:
Algunos de los signos más comunes de leishmaniosis en los perros son:

Pérdida de peso sin pérdida de apetito.
Lesiones cutáneas (úlceras, caída del pelo).
Letargo y debilidad.
Inflamación de ganglios linfáticos.
Problemas renales (poliuria/polidipsia).
Dificultades respiratorias o sangrado nasal.
Diagnóstico:
El diagnóstico suele realizarse mediante pruebas serológicas (que detectan anticuerpos) o mediante biopsias de tejido afectado. También se puede utilizar PCR para detectar el ADN del parásito.

Tratamiento:
Aunque no existe una cura definitiva, la leishmaniosis se puede controlar con tratamientos antiparasitarios, como el uso de medicamentos leishmanicidas (alopurinol y antimoniatos) y terapias inmunomoduladoras que reducen la carga parasitaria. En casos graves, puede requerirse tratamiento para los síntomas asociados, como insuficiencia renal.

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